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El Laverinto Del Eclipse-Chapter 19: Capítulo 1 – El Último Bastión
Chapter 19 - Capítulo 1 – El Último Bastión
La oscuridad había consumido casi todo lo que conocían. Después del caos y la brutal emboscada que acabó con varios de sus aliados en el Libro 3, Kai y Lía se encontraron vagando por un paisaje en ruinas, donde la niebla parecía devorar la luz y el eco de gritos perdidos se fundía con el viento. La desolación era absoluta, y el recuerdo de aquellos que habían caído, como Gideon y otros, les pesaba en el alma. Sin embargo, a pesar del dolor y la desesperación, la determinación en sus ojos no había menguado.
Habían oído rumores sobre un asentamiento fortificado, un lugar que algunos llamaban "El Último Bastión", donde aún quedaban vestigios de organización y, tal vez, esperanza. Entre los escombros, una muralla improvisada, construida con chatarra y bloques de concreto, se alzaba como un faro en la penumbra. Con el corazón acelerado y la mente cargada de incertidumbre, Kai y Lía emprendieron el arduo camino hacia ese refugio, sin saber que la travesía les depararía tanto aliados como nuevos enemigos.
El camino hacia el Bastión era una verdadera prueba de supervivencia. Los restos de antiguos edificios se erguían como ruinas olvidadas, y la tierra estaba marcada por las huellas de innumerables batallas. Mientras avanzaban por una calle semi-destruida, Kai se detuvo frente a una señal rota. Con la mano temblorosa, pasó sus dedos por el metal oxidado, recordando vagamente la vida que alguna vez conoció. La nostalgia se mezclaba con la rabia, pero no había tiempo para lamentaciones. La supervivencia era lo único que importaba ahora.
—Lía, ¿ves esa muralla a lo lejos? —preguntó Kai, señalando la silueta oscura que se alzaba contra el horizonte, parcialmente oculta por la niebla densa.
—Sí, la veo —respondió Lía, con la voz suave pero llena de determinación—. Dicen que ese lugar es el Último Bastión. Aquí aún hay gente que lucha por no desaparecer.
Mientras se acercaban, el paisaje comenzaba a cambiar. La vegetación, en lugar de crecer de manera descontrolada, parecía haber sido contenida por barreras improvisadas. Sobre la muralla se podían distinguir vigas y paneles metálicos, junto con postes de iluminación que, aunque apagados, sugerían que alguna vez se esforzaron por mantener la seguridad. Los pocos sobrevivientes que se percibían a lo lejos se movían con cautela, como si temieran ser detectados por algún enemigo invisible.
Cuando Kai y Lía llegaron a la entrada principal del Bastión, dos hombres robustos se interpusieron en su camino. Uno, de mirada severa y rostro marcado por cicatrices, sostenía una escopeta de aspecto rústico; el otro, de complexión fornida y mirada fría, llevaba un bastón con remaches metálicos.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó el hombre con la escopeta, con voz ronca y cautelosa.
Kai levantó las manos, mostrando que no traían armas ocultas. Lía se adelantó ligeramente.
—Somos viajeros. Hemos recorrido mucho para llegar hasta aquí. Solo buscamos refugio —dijo Lía con calma, aunque su mirada denotaba el cansancio acumulado.
El hombre con la escopeta frunció el ceño y asintió lentamente.—El Bastión no es para cualquiera. Aquí luchamos por sobrevivir, pero también por mantener el orden. Van a tener que pasar una revisión.El otro hombre asintió, mientras uno de ellos se alejaba para llamar a un superior.
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Kai y Lía fueron conducidos a través de un laberinto de pasillos y cámaras improvisadas. En cada rincón se notaban señales de vida: ruidos de conversaciones, el tintinear de herramientas y el murmullo de voces que, pese a la adversidad, seguían luchando por existir. Finalmente, llegaron a una sala amplia donde se reunían los líderes del Bastión.
En el centro, un hombre de porte imponente, con cabello canoso y mirada penetrante, se presentó como Capitán Roldán. Su voz era autoritaria, pero había en ella una nota de tristeza que revelaba las dificultades que enfrentaba.
—Bienvenidos al Último Bastión. —Dijo Roldán, estudiando a Kai y Lía—. Hemos oído rumores de viajeros que llegan de las zonas más oscuras. ¿Qué los trae hasta aquí?
Kai miró a Lía antes de responder, midiendo sus palabras. —Hemos escapado de la niebla y de criaturas que no son simples infectados. Sabemos que el virus está evolucionando, y hemos visto cosas... que no podemos ignorar.
Lía asintió con firmeza. —La gente dice que hay experimentos, que el virus Eclipse no solo destruye, sino que transforma a los humanos en algo... diferente. Queremos ayudar, o al menos, entender la verdad.
El Capitán Roldán suspiró y asintió lentamente. —Aquí hemos logrado mantener un mínimo de orden, pero el mundo exterior se ha vuelto un caos. Los Heraldos del Eclipse y los Espectros se han hecho más numerosos, y la niebla es cada vez más densa. Si quieren quedarse, tendrán que demostrar su valía.Roldán indicó una zona del Bastión donde se entrenaban y se reparaban armas.—Primero, únanse a una patrulla. Deben aprender a protegerse. Después veremos qué podemos hacer con la información que traigan.
Kai y Lía aceptaron, conscientes de que su supervivencia dependía de adaptarse rápidamente a la nueva realidad. Mientras se dirigían al área de entrenamiento, Kai notó algo extraño: a lo lejos, en la periferia de la sala, un hombre observaba en silencio, con una mirada que parecía conocer más de lo que dejaba ver.—¿Quién es ese? —preguntó Lía en voz baja.
—No lo sé —respondió Kai, sin apartar la vista del hombre—. Pero sus ojos... parecen traspasar la oscuridad.
El entrenamiento comenzó. Kai se unió a un pequeño grupo de patrulla para recorrer los límites del Bastión y asegurar la zona. Durante la patrulla, los sonidos de la ciudad en ruinas se mezclaban con el constante murmullo de la niebla. Los supervivientes se mostraban cautelosos, sabiendo que cada sombra podía esconder un enemigo.
De repente, el grupo se detuvo en seco. Un grito agudo rompió la calma, y la patrulla se dispersó en pánico. Kai corrió hacia la fuente del sonido y encontró a uno de los guardias desplomado en el suelo, con una herida extraña en el pecho que parecía hecha por algo afilado y desconocido.—¡Cuidado! —gritó Kai, mientras otro guardia aparecía entre las sombras.El guardia que cayó era miembro de la patrulla, y en sus últimos momentos susurró:—...La niebla... ella se lleva a los que no son dignos...Kai frunció el ceño, sintiendo que algo oscuro y ancestral estaba operando en el exterior.
Mientras tanto, Lía patrullaba con otro grupo. En un callejón abandonado, se topó con una figura encapuchada. La figura se giró lentamente, revelando un rostro marcado por la desesperación y la furia contenida.—¿Quién eres? —preguntó Lía, apuntándole con su arma improvisada.La figura vaciló y, con voz temblorosa, dijo:—Soy Elías... y sé lo que están haciendo.Lía lo miró con recelo, pero notó en sus ojos una chispa de sinceridad.—Cuéntame —dijo ella en un tono bajo.Elías explicó que había escapado de un laboratorio secreto donde se realizaban experimentos con el virus Eclipse.—El virus no es solo destrucción —dijo Elías, con una mirada que reflejaba terror y conocimiento—. Se está utilizando para crear una nueva especie, para forjar un nuevo orden.Lía se estremeció.—¿Y qué pasó con ellos?—Murieron... o se transformaron en algo peor. Algunos de mis amigos ya no son humanos.Lía apretó los puños, comprendiendo que el mundo exterior estaba aún más condenado de lo que imaginaban.—Gracias —dijo, sin apartar la mirada—. Lo necesitábamos saber.
De vuelta en el Bastión, Kai y Lía se reunieron con el Capitán Roldán para informar sobre lo ocurrido.—Hemos perdido a varios en la patrulla —dijo Kai con voz ronca—. Y he oído que el virus está siendo manipulado para crear una nueva forma de vida.El Capitán Roldán asintió, con el rostro endurecido por la experiencia.—Entonces es hora de actuar. Tenemos que enviar una expedición fuera del Bastión para investigar estos experimentos y, si es posible, detenerlos.Una tensión palpable se extendió por la sala.—Esta expedición será peligrosa —añadió Roldán—. Algunos ya han pagado con la vida.Kai apretó la mandíbula.—No podemos quedarnos de brazos cruzados. Si el virus evoluciona sin control, no quedará nada de lo que éramos.Lía miró al Capitán con determinación.—Contad conmigo. Haré lo que sea necesario.El silencio se apoderó de la sala mientras Roldán asintió lentamente.—La expedición partirá al amanecer. Preparaos, porque lo que encontremos cambiará el curso de esta guerra.
La noche se cerró sobre el Bastión mientras Kai y Lía se retiraban a descansar, pero el peso de la responsabilidad era abrumador. En la penumbra, Kai reflexionó sobre el futuro. La lucha apenas comenzaba. Cada paso fuera de esa fortaleza significaba enfrentarse a una fuerza oscura que se extendía por el mundo, una fuerza que amenazaba con consumirlo todo.Mientras tanto, Lía repasaba en su mente las palabras de Elías y las revelaciones de la patrulla. El virus Eclipse no era una simple enfermedad: era una herramienta de transformación, y alguien o algo estaba manipulándolo para crear un nuevo orden.La determinación se asentó en sus corazones. El Último Bastión no era solo un refugio; era el último bastión de la humanidad contra un destino oscuro.Y así, mientras la primera luz del alba comenzaba a disipar la noche, Kai y Lía se preparaban para partir en una expedición que los llevaría a los límites de la desesperación, con la esperanza de encontrar respuestas y, quizá, la forma de detener la evolución del virus que amenazaba con destruirlos a todos.