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El Laverinto Del Eclipse-Chapter 7: Capítulo 1 – Un Mundo en Ruinas
Chapter 7 - Capítulo 1 – Un Mundo en Ruinas
Prólogo – Cenizas del Amanecer
El fuego consumía la noche.
Las llamas danzaban en lo alto de los edificios derruidos, iluminando las figuras que corrían desesperadas por las calles en ruinas. Gritos. Disparos. El rugido inhumano de algo que no debería existir.
Un hombre jadeante se apoyó contra un muro cubierto de enredaderas marchitas. Su pecho subía y bajaba con desesperación. El sudor le corría por la frente mientras apretaba con fuerza la empuñadura de su machete.
—No... no puede ser...
Miró hacia el final de la calle, donde las sombras se retorcían como algo vivo. Ojos brillantes surgían en la oscuridad, decenas de ellos. Un murmullo gutural comenzó a llenar el aire, creciendo en intensidad.
El hombre tembló. Sabía lo que venía.
Levantó el machete con un grito y corrió hacia las criaturas.
Nunca llegó a dar el primer golpe.
En un instante, las sombras lo envolvieron. Su alarido se perdió en la noche.
A lo lejos, observando desde lo alto de un edificio en ruinas, un grupo de figuras encapuchadas miraba la escena con una calma perturbadora. Uno de ellos, con el rostro cubierto por una máscara de metal oxidado, susurró:
—El Eclipse avanza. El nuevo amanecer está cerca.
Detrás de él, una jaula de acero se agitó violentamente. Algo dentro gruñó con furia, golpeando los barrotes con fuerza sobrehumana.
El encapuchado sonrió.
—Pronto...
Las llamas siguieron consumiendo la ciudad.
Y la noche, una vez más, se tragó los gritos de la humanidad.
El sol apenas comenzaba a asomarse entre las nubes densas cuando Kai y Lía dejaron atrás el bosque. El aire era denso, cargado con el hedor de la descomposición y el humo de incendios lejanos.
Kai se detuvo en la cima de una colina, entre la maleza seca, y miró el panorama. Frente a ellos se extendía un asentamiento rodeado por una muralla de chatarra y concreto.
—Parece grande... —murmuró Lía, sujetando su costado aún vendado.
—Sí, pero eso no significa que sea seguro. —Kai entrecerró los ojos. Desde la distancia, podía ver guardias apostados en torres improvisadas. Hombres y mujeres armados, con miradas duras y movimientos tensos.
—¿Crees que nos dejen entrar? —preguntó Lía, aunque su tono sugería que ya conocía la respuesta.
Kai exhaló.
—Solo hay una forma de saberlo.
Comenzaron a descender con cautela. El suelo estaba cubierto de escombros y huesos blanqueados por el sol. Un recordatorio de cuántos habían muerto en esos veinticuatro años desde que todo se derrumbó.
Cuando estuvieron a pocos metros de la entrada, uno de los guardias los vio y levantó su rifle.
—¡Alto ahí!
Kai y Lía levantaron las manos de inmediato.
—No buscamos problemas —dijo Kai en voz firme—. Solo queremos hablar.
Otro guardia, una mujer con el rostro cubierto por una máscara de tela, se acercó lentamente.
—Nadie entra sin ofrecer algo a cambio —dijo con un tono seco—. Si no traen suministros, sigan su camino.
Kai intercambió una mirada con Lía. No tenían mucho. Apenas algunas raciones de comida y un par de municiones.
Lía dio un paso adelante.
—Tengo conocimientos médicos.
La mujer arqueó una ceja.
—¿Y?
—Puedo ayudar en la enfermería. Tratar heridas, infecciones... —Lía apretó los labios—. Si tienen heridos, puedo ser útil.
La guardia dudó. Por un momento, Kai pensó que les dispararían.
Pero entonces, otra voz se alzó desde la entrada.
—Déjenlos pasar.
Todos giraron.
Desde el interior del asentamiento, un hombre de cabello oscuro y cicatrices en el rostro los observaba. Vestía un abrigo largo y raído, y tenía una pistola al cinto.
—Abran la puerta —ordenó.
Los guardias obedecieron de mala gana.
Kai y Lía avanzaron con cautela, sintiendo la tensión en el aire. El asentamiento estaba lleno de personas, pero la desconfianza era palpable.
El hombre que les permitió entrar los miró con detenimiento.
—Soy Dante, uno de los líderes de este lugar. —Su mirada era afilada—. Si quieren quedarse, trabajarán para ganarse su espacio. No toleramos parásitos.
Lía asintió.
—Entendido.
Kai cruzó los brazos.
—¿Qué necesitan?
Dante los evaluó por un momento y luego señaló una estructura en el centro del asentamiento.
—Tenemos problemas. Anoche desaparecieron dos exploradores. No dejaron rastro.
Kai frunció el ceño.
—¿Infectados?
Dante negó.
—Si lo fueran, habríamos encontrado sus cuerpos. —Su expresión se endureció—. Aquí pasa algo más.
El viento sopló entre las ruinas del asentamiento.
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Y por primera vez en mucho tiempo, Kai sintió que algo estaba terriblemente mal.